DONNA SUMMER

Nació en Boston bajo el nombre de Donna Gaines el último día de 1948. Y aunque algunos se animaron a decir que no fue sino un producto de laboratorio, un invento de los técnicos de sonido y de los fotógrafos, la verdad es que Donna Summer (como se la conoció siempre) se transformó en la cantante más sexy de los años ’70.

Venía de una familia pobre y muy católica. Su padre era electricista y su madre maestra y vivían con siete hijos en una casa que compartían con otras familias, en la que Donna necesitaba gritar para conseguir que alguien la escuchara. Boston siempre fue para ella “una ciudad mortalmente aburrida”. Lo único que la animaba eran los domingos en la iglesia donde, a los nueve años y junto con sus hermanos, comenzó a cantar en público. Con el tiempo, consiguió meter su voz en algunos casamientos y otras fiestas religiosas. En esa época, su ambición era llegar a ser una soprano famosa. Años después recordaría que era una chica bastante fea, demasiado delgada, de piernas flacas, pero tenía buena voz y eso la hacía feliz. En los años del colegio ya repartía su tiempo entre los coros de la iglesia y bandas de rock locales, como The Crow. Sus cantantes favoritas eran entonces Aretha Franklin, Roberta Flack y, la más admirada, Dionnne Warwick.

Pronto Donna decidió dejar Boston para instalarse en New York. Ahí se presentó a las pruebas para integrar el elenco del musical Hair. Aquel día había alrededor de 400 personas haciendo cola para probar suerte y ella era la penúltima de la fila. Finalmente resultó elegida, junto con el chico que estaba justo detrás de ella. Una vez seleccionada, Donna tuvo dos opciones: quedarse en Broadway o viajar a Europa. Pero pensó que sería más fácil unirse a un elenco nuevo y decidió ir a Alemania . Tenía 19 años.

Durante siete años, la chica recorrió, junto con sus compañeros de Hair las ciudades más importantes del Viejo Continente. Fue también en Europa donde Donna conoció a Helmut Sommer, con quien se casó y del que se separó al poco tiempo. Donna se quedó sola, en un país extraño, con un bebé y sin trabajo.

Pero en el momento en que más los necesitaba aparecieron en su vida, todavía no sabe cómo, sus dos ángeles guardianes: Giorgio Moroder y Pete Bellote, dos productores que recorrían Europa en busca de nuevos talentos y que la encontraron a ella. Fueron ellos quienes transformaron su imagen y se convirtieron en los responsables del suceso causado por Donna Summer en medio de la fiebre de la música disco. Moroder le enseñó a cantar con voz de mujer fatal y pasó, en poco tiempo, a ser una de las artistas más exitosas del mundo, vendiendo millones de discos gracias a temas como On The Radio, She Works Hard for the Money o Last Dance.

Aquel éxito comenzó con una llamada telefónica: de un lado de la línea se encontraba Neil Bogart, un señor que en pocos años revolucionó la industria discográfica con el sello Casablanca Records; del otro lado estaba Donna, entonces desconocida y escuchando ofertas. Bogart tenía entre los artistas propuestos por Giorgio Moroder una copia de Amor para amarte, cantada por ella. Donna no entendía de qué se trataba todo eso, pero Bogart quería una versión de 20 minutos de ese tema. Y si Bogart quería, así iba a ser. En poco tiempo aquel Love to love You Baby (1975) se convirtió en un éxito de casi 17 minutos, y algo escandaloso, debido a los gemidos, susurros y suspiros incluidos en el tema, que le costaron a la cantante algunas censuras. Contó un tiempo después “ Me bastó una sola canción par alcanzar renombre, pero casi todos ignoran que la estuve preparando durante varios años. Si no me hubiera encontrado sin trabajo , hoy no sería famosa, porque no hubiera grabado esa melodía tal como lo hice, siguiendo las exigentes indicaciones de Giorgio Moroder”. Pero tampoco hay que olvidar a Peter Muhldorfer, un pintor alemán que le enseñó a posar ante las cámaras, a perecer sexy ante los fotógrafos, y de quien se enamoró años más tarde.

En 1975, Donna Summer volvió a Estados Unidos. Cuando su cuerpo felino y sus enormes ojos negros llegaron a tierra americana, la gente en el aeropuerto ya gritaba su nombre. Era la reina de la música disco, una abonada permanente a los hit parades europeos, la Marilyn Monroe en negro, la Señorita Exito.

Sin embargo, aquel poderoso primer disco, la sumergió en un abismo. Tuvo que alejarse del modo de vida de la estrella pop y para eso decidió dedicarse más de lleno a su relación con Dios. Con los años contó:, “entonces no sabía adonde ir, era muy famosa y no entendía cómo convivir con eso. Toda la gente que estaba a mi alrededor me hacía reverencias, me halagaba y lo que en realidad necesitaba era que alguien me dijera ‘Donna sos una idiota. Nadie era real, nadie decía la verdad y la única persona a la que podía acudir era a Dios. Cuando tomé la decisión, estaba en un muy mal momento emocional y, literalmente, él me salvó la vida, cambió mi personalidad en un día.” Donna se refería a los tiempos en los que dependía en exceso de las drogas: las necesitaba en todo momento, para pasar el día, para despertarse, para mantenerse durante la jornada.

Los éxitos siguieron con “Trilogía de amor”, “Las cuatro estaciones del amor” y “Recuerdo del ayer” que, con tan sólo 29, le valieron a Donna cuatro discos de oro por haber vendido un millón de placas de cada uno de sus álbumes.

Tras semejante segundilla de hits, en 1978 y al mejor estilo John Travolta en Fiebre de sábado por la noche, Donna Summer llegó al cine con un filme sobre la música disco, Thank God It’s Friday, en la que también participaron The Commodores y algunos actores no muy conocidos. Y gracias a Last Dance, el tema central, Donna ganó un Oscar. En esta película también aparece la mano de Neil Bogart como productor ejecutivo y ángel guardián.

Después del suceso de Love To Love You Baby, Donna siempre intentó demostrar que lo suyo no era sólo sexo.

Ella decía: ”Nunca quise ser ni seré una persona que se interese solamente en eso. Yo puedo cantar Amor para amarte o cualquiera de esas canciones que me han hecho famosa, pero también puedo cantar baladas, óperas, comedias musicales, himnos religiosos u otro tipo de canción”. Y logró demostrarlo a fines de la década de los ’70, en un dúo que grabó con Barbara Streisand, No more tears (Enough Is Enough), donde se mostró mucho más madura y con una enorme capacidad vocal.

Los años ochenta significaron una nueva etapa en su carrera. Porque Donna se preocupó más por las composiciones, que empezaban a ser de ella, y por su espíritu, ahora más cercana al cristianismo. Además, por esa época, la cantante firmó uno de los contratos discográficos más espectaculares del momento: tres millones de dólares por cada uno de sus álbumes, aunque las ventas nunca volvieron a estar al nivel de doble platino.

A comienzos de los ’90, Donna Summer visitó Buenos Aires. En aquella ocasión, reflexionó sobre la música disco: “Creo que en los setenta la gente realmente cantaba, no había tantas posibilidades técnicas, ahora basta con hacer ruidos más o menos correctos y después lo emparchan todo. Algunos saben cantar bien, pero la mayoría sólo tiene un buen look y sabe bailar”, criticaba. Pero rescataba, en cambio, voces como las de Whitney Houston y Lisa Stansfield, y a compositoras como Tracy Chapman o Mariah Carey, sus preferidas.

En esa visita del ’92, la morena presentaba su producción 1991, Mistake Identikit (Identidad Equivocada), que fue algo así como aquel vuelco hacia Dios en los años ’70: “No marcó un cambio, sino un regreso”. Y desde el escenario del Gran Rex, consiguió convencer a la audiencia argentina de que sus 24 discos de oro y platino y sus cuatro Grammys fueron bien ganados, y que el éxito se lo debe a su maravillosa voz y a su mágica interpretación.

En 1999 Donna Summer volvió a los primeros puestos de las listas de ventas con un álbum grabado en vivo, “Live and more encore”, demostrando que la música dance no ha muerto, “es imposible –añadió- que la música disco desaparezca. Amo la música dance y creo que estará con nosotros durante mucho tiempo, porque la gente siempre bailará. Por eso, inevitablemente, su éxito estará ahí para siempre”.

“Live and more encore”, es un álbum grabado en directo para un canal de televisión estadounidense y reúne sus grandes éxitos: “Mac Arthur Park”, “This time I know is for real”, “I fell love”, “On the radio”, “Dim all the lights”, “Bad girls”, “No more tears”, “She works hard for the money” y “Hot Stuff”. Pero además, incluye tres nuevos temas, dos de ellos compuestos por Donna Summer.

Uno de ellos “My life”, pertenece a un musical creado por ella y basado en su propia vida, que lleva por nombre “Ordinary Girl”. Otro de los temas inéditos es una versión de la canción “I will go with you” interpretada anteriormente por Andrea Bocelli y Sarah Brigthman.

“Escogí esta canción porque es maravillosa y capaz de hacer reír y amar a la gente. En América sólo se conocía la versión italiana, por eso quise traducirla, aunque lo que me encantaría sería poder crear una canción así alguna vez.

La diva americana confirmó que fue la cadena de televisión la que dijo los temas que debían ir en el concierto, “pero yo creo que están los mejores, lo que me ofrece la oportunidad de llegar a todos aquellos jóvenes que conocen mi música y nunca han tenido la oportunidad de escucharme en vivo”.

Aparte de sus grabaciones y conciertos Donna Summer es una consumada artista plástica, cuyo trabajo ha sido expuesto en exposiciones y galerías de New York, Los Angeles, Chicago, Nashville y Miami. En 1999 su arte fue expuesto en Japón dentro de una exposición especial patrocinada por Steven Spielberg.

 

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